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sexo y amistad

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Mensaje  adrianyclaudia Lun Ene 04, 2010 5:50 pm

"A veces los límites se vuelven borrosos y se tiene sexo con un amigo o amiga del alma. ¿Se puede compartir la cama sin que ninguno salga lastimado? ¿Y qué pasa con la amistad?"


El dilema parece eterno y acá nadie es dueño del punto final. Lo cierto es que la amistad no siempre es definida y vivida de la misma manera, y el sexo tampoco. Y muchas veces esos márgenes difusos se mezclan, generando una serie de sentimientos y experiencias de lo más surtidas. ¿Qué es la amistad y que límites posee?

¿Hasta dónde se permite socialmente o se acepta de forma individual que se desarrolle un vínculo entre dos personas? ¿Qué consecuencias trae mantener sexo con un amigo? ¿Se profundiza la amistad o se la echa a perder?

“Me pone medio triste hablar del tema pero la historia es más o menos así: tenía un amigo que era como mi hermano, mi primo. Mucha confianza, mucha risa y admiración. Yo, obviamente, negaba que sintiera algo más por él, porque argüía que hasta se quedaba a dormir y nunca pasaba nada”, relata Valeria C. de 21 años. “La cuestión es que el histeriqueo se hacía más evidente. Y creo que a ambos nos costaba escuchar al otro hablar de sexo con su pareja, preferíamos hacernos los boludos sobre el tema y tal vez después ponernos mal por separado, una vez que nos despedíamos con el abrazo más tierno del mundo”.

Los amigos son aquellos con quienes se comparte ciertas afinidades y pasiones como la música, el cine, el trabajo, la “joda”, etc,etc. Son esas personas a las que se les cuenta todo “posta”, hasta las minucias que rozan la nimiedad. Como a simple vista nada está vedado, los amigos entran a confesarse desde conflictos de pareja y fantasías no concretadas hasta los viajes soñados y las dificultades en la cama. Pero la aparente tranquilidad de la historia cambia violentamente cuando se cruza esa línea delgada y se arriba al “sexo”.

“Amistad implica (desde el planteo freudiano) una sublimación de la pulsión sexual, es decir, dos sujetos son convocados por cosas en común como intereses, gustos, pasiones y demás. El sexo suele estar sublimado, negado para este tipo de relación. Pero en la actualidad, la sociedad permite que se salteen estas barreras y resulta posible establecer un espacio para el sexo en una relación no amorosa”, sostiene el psicólogo Gabriel Espiño. Señala que no casualmente existen términos como “amigovios” y que cada vez más se observan casos en los que sin haber proyecto a futuro, dos amigos se acuestan en la misma cama.

Y precisamente ese es el punto. Cuando se concreta el encuentro entre ambos. Valeria continúa “una noche de fiesta, su normal toqueteo se volvió un mordisco en el cuello, un beso, su pieza. Terminamos riéndonos, desnudos en su cama, acariciándonos mientras se hacía de día. La cuestión es que después de decirme cosas muy dulces, quedó en llamarme y fue: pasaron los días y nada. Lo fui a encarar, me pidió disculpas y quedamos como “amigos”: pero nunca volvió a ser lo mismo. Hoy podemos hablar de nuestras parejas y demás cosas, pero llega un punto en que evitamos mirarnos fijo a los ojos. Se instala un quiebre infranqueable” y simula mirarse las manos como excusa para no levantar la vista.

“La amistad puede ser o bien un vínculo muy profundo y electivo entre dos personas -como hace siglos: cuestión de vida o muerte- o una relación más superficial, como la vive mucha gente hoy en día: más dispersa, sin tanto valor como antaño y una cuota de narcisismo

importante”, explica el especialista, “entonces tener sexo con ese otro, evidentemente no traerá las mismas consecuencias si la amistad es de un tipo u otro”.

Pero el tema espinoso nace por las sensaciones extrañas que sobrevienen apenas se toma conciencia de lo que acaba de suceder con ese amigo del alma, tales como: preocupaciones morales, culpa, autoreproche, el juicio de los demás, temor por enamorarse o herir al otro.

Javier R. de 33 años se sincera “a mí siempre me tentó estar con mis amigas. Creo que en toda relación amistosa algo de atracción sexual hay. La cuestión es que cuando la mina te parece horrible, creés en el vínculo para siempre. En cambio cuando te calienta, o te enganchas mal o querés acostarte con ella y ya”. Pero esa firmeza con la que habla, baja de intensidad: “con mi mejor amiga, bah! ahora mi ex-mejor amiga, hicimos el amor varias veces y yo flashée mucho. Creí que ella también pero me confundí. Cuando le propuse tener algo en serio, se espantó. Ahí terminó todo”.

Pero distinta experiencia tuvo Raquel R. de 38 años “con Raúl somos amigos del barrio de toda la vida. Y de jovencitos tuvimos sexo un par de veces. La verdad es que todo se volvió más profundo y sincero. Nos adoramos mutuamente, cada uno está casado y la cosa está bárbara. No hay celos de por medio, sino una gran amistad”.

Ante un mismo hecho, los efectos pueden ser totalmente diferentes “una consecuencia es que esa relación de amistad se transforme en una de amor, de pareja con proyectos a futuro”, dice Espiño. “Otra, que se interrumpa el sexo. Porque quizás esos momentos correspondieron a situaciones específicas de ansiedad, soledad, que una vez que pasaron, ahí quedaron. Entonces se puede retomar la amistad entendida convencionalmente. Ahora, si a una de las partes se le genera deseo de algo más y la otra se niega, el vínculo se descarrila y finaliza. Eso depende de cada caso en particular”. Ahora bien, todas las posturas parecen converger una afirmación “una vez que hubo sexo, independientemente del camino que se escoja, la relación se redefine”.
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